viernes, 6 de agosto de 2010

Palabras Al Viento.

Publicado por Luis Marín



Imaginen, ahora, un parque. Podría ser un parque cualquiera, podría ser un jardín inmenso o pequeño, algo ortodoxo o modernista, imaginen una estructura a sus espaldas. Puede ser una iglesia, un museo, una catedral, pude ser un palacio de gobierno o alguna secretaría. Pero eso sí, nada aburrido. Todo es colorido y animoso. Todo es lindo y hermoso. El día es perfecto, fresco, con nubes blancas yendo y viniendo hacia todas direcciones. El cielo azul como nunca antes. Podrías pasarte viendo el cielo todo el día si así te place.


Ahora imagina ésa gran cordillera de árboles en todo el contorno del parque. Imagina jardineras por doquier, de muy variadas flores. Todo es colorido. Todo es bello. Hay muchos asientos, sí. Y también hay mucha gente. Imagina a la gente, toda sonriendo, toda feliz. Saludándose cordialmente, sonriéndose y guiñándose un ojo todos contra todos. Imagina, por allá a un señor vendiendo helados. Imagina a otro señor vendiendo globos como Dios manda: Globos ¡Lo que se dice Globos!, ésos globos redondos de colores. Imagina a señoras vendiendo artesanías con sus hermosísimos y coloridos vestidos típicos. Más por allá se escucha música viva. Algunos bailan.

¡Qué hermoso!, hasta parece mentira. Pero por ahora no nos importa si eso sea. Mentira o no, es algo lindo y hermoso que quisiéramos fuera perdurable. Un tiempo de verdad de descanso y calidad. Imaginen niños corriendo con sus banderitas, algunos con pelotas, otros con helados en la mano, algunos más con globos. Hay muchos niños. Imaginen a los ciclistas, y a los corredores. Todo armonioso como nunca se ha visto.

Pero regresemos a nuestro punto de partida. Estas parado(a) justo en la explanada. No te preocupes, no hace tanto soy y llevas un sombrero que te cubre perfectamente y te refresca. Tras de ti está ése edificio enorme que elegiste. A tu izquierda hay varios asientos y en ellos ancianos sentados, algunas parejas besándose, padres vigilando a sus pequeños. No lo sé. A tu derecha están las mujeres vendiendo artesanías, tras de ella hay muchas fonditas y restaurantes. Hay turistas maravillados, y a su lado pasan los corredores. Justo frente a ti hay una fuente, y detrás de ella hay gente bailando la música viva. Pero es la fuente lo que llama tu atención, pero no por la fuente en sí…

Sentado al borde de la fuente, sin mojarse, esta un anciano. Lleva huaraches y pantalón de manta blanco, una camisa algo vieja y percudida que en sus buenos tiempos sería blanca, pero ahora da la impresión de ser un veterano beige. Lleva un sombrero de paja, muy bien elaborado, pero también algo ya viejo. Este pasmado, con la mirada perdida, pero contento, y eso se nota en su boca por la sonrisa inmensa que le adorna el rostro. Vende burbujas. Y los niños están sentados frente a él contemplando el espectáculo de burbujas metamorfas interpretando diversos colores psicodélicos. Si tienen suerte logran reventar algunas, pero la mayoría de los niños permanecen sentados, como hipnotizados.

Te acercas, curioso(a). Y te plantas justo al lado del señor y de los niños. Te pierdes tú también un tiempo contemplando el espectáculo y la mente vuela años luz de tu estadía. Recuerdos, pensamientos, de todo. Llega a tu mente todo ése flirteo mental y te pierdes. Incluso las burbujas, el parque, los niños y el anciano desaparecen un segundo. Pero algo sucede…

Estabas viendo y no veías, de pronto, como por arte de magia, no viste, miraste y ahí estabas. Tu mirada se fijo en una burbuja regordeta que flotaba encubriendo triunfante sobre todas las demás. No tenía nada en particular. Era grande y volaba alto, pero así hay algunas otras cuantas burbujas. No debería importarte, pero lo hace. ¿Por qué? Porque te ves sobre ella.

Sí, literalmente, estás tú acostado(a) bocabajo sobre la burbuja. ¡¿Cómo es posible si tú estás aquí y no allí?! Estas a tus anchas, abrazando la burbuja, tu mirada se filtra por su cuerpo transparente y ves todo distorsionado, pero te ríes de eso. Es divertido ver todo distorsionado sobre una burbuja. La burbuja se revienta y te espantas. Pero caes sobre otra burbuja más pequeña. Y así sucesivamente.

Sucede algo curioso. Las demás burbujas siguen a ésta burbuja enorme que se irgue como su líder. Tú sobre de ella. Y las pequeñas burbujas comienzan a reventarse una a una tan cerca como pueden de ti. Intentan tocarte, lo anhelan, pero no se acercan tanto. Cuando una burbuja se revienta escuchas voces, ruidos, risas, quejidos, y se empiezan a formar oraciones que no sabes interpretar. De pronto intentas ponerte triste por todo lo que oyes, pero no puedes. Esta tan feliz que lo demás no importa. Y ríes a carcajadas con las burbujas.

Pronto pasan horas, días, meses, años. Y tú sigues sobre la burbuja tan divertido como si todo hubiera sucedido hace 5 minutos y la diversión continúa.

Pero, después de un rato, te aburres. Es entonces cuando tomas algo de conciencia. De cocoa se han hecho remedios para la cordura. Y miras a tu alrededor. Los niños ya no están. Comienza a oscurecer. Y estas tú sólo con la única burbuja que queda y tú sobre ella. Ves al anciano que continúa ahí, sentado. Alza su sombrero para limpiarse el sudor de la frente y es entonces cuando capta que sigues ahí. Se ríe a sus adentros y divertido se levanta. Te mira un instante y no entiendes nada. Tú sigues ahí expectante, sobre la burbuja.

Cita a Shakespeare: “Es mejor ser Rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”. Hace una pequeña reverencia quitándose el sombrero y se levanta para verte de nuevo. Con el sombrero en la mano, te da la espalda y empieza a andar. El ruido de sus pasos resuena en tus oídos. Pero no te molesta, no sientes miedo. Simplemente: te das cuenta.

Entonces bajas de la burbuja algo tímido(a). Como puedes. Y al pisar el suelo regresas a ésta realidad grata.

Los niños siguen ahí, pero ahora ya son cazadores de burbujas y corren de un lado a otro. El día aún brilla y sientes que ésa experiencia chamánica-orgásmica fue solo fruto de tu imaginación. Pero ves al viejo tan divertido como siempre. Haces tú ahora una reverencia. No le dices nada. Pero él sabe que has dado las gracias.

Y hechas a andar palabras al viento…

1 comentario:

  1. palabras al aire...
    burbujas al aire!!!
    hechaste tu vida a volar un rato... y te diste cuenta... pero de qué?

    qué bonito :)

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