martes, 24 de noviembre de 2009

A La Joven Pintora…

Publicado por Luis


 La observaba cada tarde desde mi ventana. Al lado, después del coqueto jardín que adornaba su entrada, y junto a la fuente, inspiradora, se colocaba ella cada tarde a pintar algo, algo de su propio ingenio.

Me había acostumbrado a pasar horas mirándola a ella y a su pincel que entre suavidad y rudeza iban dando vida al cuadro con cada pincelazo. Ya me sabía de memoria las manzanas, las botellas, las flores y los vestidos que colocaba cada tarde frente a ella, a una distancia considerablemente larga, ya que a ella le gustaba recrear lo que veía.

Ya me había acostumbrado a acercarme el café y la silla a la ventana y contemplarla por horas mientras, de fondo, escuchaba a Bach resonar en mi cuarto. Las pinceladas iban al compás de la música, cada vez que las notas aceleraban su camino… los pincelazos trazaban violentas líneas en el cuadro. Y al bajar el tono de los violines el pincel retomaba su acostumbrado compás en el cuadro que poco a poco iba tomando vida.

Se acababa la música, se acababa el café, se acababan las hermosas pinturas que, diferentes, una a una, nacían cada tarde del ingenio de la joven pintora. Moría el día, y con el… el amor que profesaba por la joven pintora que lograba conquistar mi alma con sus colores, con su astucia en la pintura. Y tenía que esperar… a que llegara la tarde una vez más y repetir la misma rutina, variando, de vez en cuando, el café por un té.

Pasaron los días, ideando cada vez nuevas técnicas de pintura y variando el estilo y el método, la joven pintora expandió sus conocimientos del arte, paso de la acuarela al oleo… paso de las manzanas a modelos más complicados como la desnudez de un cuerpo, inclusive llagaba a hacer surrealismo usando de modelos la inspiración, la imaginación y la vida.

Varíe yo también el estilo que tenia de observarla, paso de ser una silla a un sofá, pasó de ser un té helado a uno caliente, pasó de ser Bach a ser… bueno, eso no podía cambiar.

Las tardes se anidaban en mi memoria, y un día, sin previo aviso… la pintora rompió con la rutina. Un día… el cuadro no se terminó, y no se inició. Un día no hubo café, no hubo sofá, no hubo Bach. Un día, el jardín lloró la ausencia de la pintora que alegraba el entorno con sus pinceladas, un día… lloré, y parece que el cielo compartiera mi dolor…

Rodaron las lágrimas del cielo en mi ventana, cayeron las mías súbitamente sobre la hoja de papel que utilizaría para escribirle y posteriormente entregarle este escrito, esta cronología que hoy llegó a su fin. Mancharon mis lágrimas el negro de la tinta, y el cafecillo de la hoja… rasgó la pluma el papel y pasó a ser parte, un vez más, del olvido.

Calló la lluvia en la ventana. Pero no me desagradaba el ambiente, porque a pesar de la tristeza que inundaba mi ser sabía yo que regresaría, eso esperaba.

Pasó la tarde cómo pasó el viento. Y la joven pintora no regresó ese día a ser lo que antes era: arte haciendo arte.

Al otro día me acerqué la silla, el café y Bach de nuevo de fondo. Al otro día me acerque a la ventana, y aunque no esperaba ver nada, porque sabía que la joven pintora no vendría tampoco esa tarde, me coloqué junto a la ventana, como de costumbre, y esperé… algo, algo que me hiciera sentirme vivo.

Volteé la vista hacia al cielo, y empecé, en mi mente, a escribirle una poesía… todo era improvisación… me la imaginaba pintando en su patio, que ahora lucía mas tétrico y salvaje sin ella, me la imaginaba con sus manzanas, con sus vestidos, me imaginaba las pinceladas al compás de los violines enamorados de Bach. Y así permanecí mucho tiempo… horas… tanta inspiración para solo algunos versos, los cuales habían nacido de la espera, y del encanto de ver la lluvia en la ventana.

La inspiración dio fruto a estas palabras, que en mi mente cantaba para ella, una y otra vez. Decidí anotarlas en aquella hoja de papel, que hoy recojo del suelo… aquella hoja polvorienta que me sirviera de anhelo a los sueños vagabundos que la imaginan junto a mí, y escribo las palabras en mi mente, escucho su voz viva, como si fuera ella la que me dictara estas palabras: “A mí me parece bien la lluvia en la ventana, a mi me da la sensación de estar un poco desilusionada. No sé si se nota ¿sabes?”

Si… si lo sé.

Al pie de la hoja, por cualquier seudónimo escribí: “A la mejor pintora… la joven pintora.”

5 comentarios:

  1. que tal?
    Soy nueva en tu blog, la verdad me lo encontre y este post me encanto.
    Gracias a todos los pintores por este deleite

    Saludos

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  2. ...¿Tienes acaso la osadía de decirme que eres un intento de escritor?...
    Te equivocas, apenas y recién conocido, y estimado Luis. Si hay algo que sé perfectamente es ver dónde hay madera, y tú la tienes. Como todos, tenemos que pulir y trabajar años-décadas- para llegar a una imperfección más perfecta, pero ahí tienes el talento. Master Luis, este cuento está muy chido.

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  3. me encanta como escribes...
    tienes un estilo muy muy muy...
    muy no se como, pero me agrada...
    en fin, yo soy nueva en esto
    me gustaria que pasaras al mio
    suerte

    :)

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  4. me agrada la forma en la
    qe escribes...
    sigue dandole un toqe de ti a
    tus historias!!


    :D

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