jueves, 11 de noviembre de 2010

Sol De Media Noche

Publicado por Luis



Otra vez no puedo dormir. No sé si fue el café, el día o, en su defecto, toda la semana. Pudiera ser, también, mis últimas lecturas que sólo alterarme pueden, o bien, mis canciones dolidas que demuestran claramente mi masoquismo. O será que, últimamente, tiendo a pensar mucho y a sentir poco… (Tushé!)


Hoy no quiero hablar del “amor maduro”, que escribir sobre eso sólo me causó dualidades: altibajos y claroscuros. No, hoy quiero hablar plenamente de mi mismo:

Me siento solo. Y la soledad, como bien dijo Benedetti, también puede ser una llama. Alguna vez leí en un “Sputnik, mi amor” de Haruki Murakami una frase de Jack Kerouak que decía: "El hombre, al menos una vez en la vida, debe perderse en un erial y experimentar una soledad absoluta, sana, un poco aburrida incluso. Y así descubrirá que depende completamente de sí mismo y conocerá sus capacidades potenciales." Y aunque es obvio que no experimento una soledad plena (mucho menos absoluta) creo que, de algún u otro modo, sí estoy pasando por ese saro proceso de auto-encuentro y auto-conocimiento, cosa que no había hecho desde… nunca. Mi soledad siempre fue efímera y pasajera y, honestamente, nunca me encargué de vivirla, de sentirla, de encararla. Normalmente llenaba los huecos con distracciones, los vacíos rotundos del tiempo los cubría con compañía. Nunca estuve realmente solo. Hasta ahora…

Dice Ralph Waldo Emerson que “El hombre grande es aquel que en medio de las muchedumbres mantiene, con perfecta dulzura, la independencia de la soledad.” Y eso es lo que sí me sucede. No es que de pronto todo haya perdido interés, peso, importancia o injerencia, creo que más bien es que por fin enfrento mi duelo cara a cara; ahora enfrento a la soledad. Y es un proceso difícil. NO SÉ ESTAR SOLO. Siempre necesito de la compañía de alguien, inclusive inmaterial (eh ahí el que sea adicto al internet) y ahora que, aunque cuento con muchos amigos, nada me llena. Por vez primera quiero estar solo, de verdad (y esto puede durar unos cuantos minutos o varios años…). Quiero conservar mi autonomía. Aunque bien sé que corro el peligro de caer en eso que Octavio Paz define como el “estoicismo melancólico”. Pero es que lo anhelo, lo deseo, LO NECESITO.

El aprender a estar solo es, irónicamente, el primer paso para poder (y saber) estar en compañía.

Será que manifiesto mi Alter Ego al estar sólo y mi egocentrismo aumenta, sin embargo no creo que eso sea malo. Hay que estar bien con uno mismo para poder estar bien con los demás. “La soledad es un suplicio ingenioso de la naturaleza que hace que nos encontremos con nosotros mismos para poder valorar a los demás”. Primero estoy YO, después YO, y hasta el último YO. Porque valgo mucho más yo que cualquier otra persona (hablando de autoestima, porque mi YO revolucionario y socialista sabe que somos todos iguales). Y mi neurosis disminuye. Y ahora valgo más y ya no me dejo de nadie. No hay que cambiar de amo, hay que dejar de ser perros. No tengo miedo. Sí, sé que darse cuenta es bueno, pero a veces lastima mucho, y te crea un complejo de impotencia. Cito ahora (de nuevo) a Jorge Bucay:

“La interrupción es el mecanismo por el cual el neurótico impide que un proceso se desarrolle naturalmente y concluya por sí mismo, como en general tiende a pasar si no nos ocupamos de intentar acelerarlo…
Interrumpir, etimológicamente, significa “romper en vínculo o contacto entre dos cosas, personas o situaciones”. En nuestro caso, cortar el contacto entre lo que es y lo que será. Si pasa pasar de A a B me interrumpo infinitas veces, nunca llegaré.
El mejor ejemplo que se me ocurre es el del proceso de confusión.
Cuando algo me confunde, tengo siempre dos posibilidades. Una, tratar de salir de la confusión, y do, dejarme estar en ella.
El primer caso es el de la interrupción.
Quizá, en apariencia, se obtenga una sensación de tranquilidad, pero esa tranquilidad es por “superar” el miedo a estar confuso y no por aclarar qué y cómo me confunde.
La confusión es un proceso normal del darse cuenta: sólo a partir del contacto genuino puedo descubrir (“des-cubrir”) la realidad, y sacar las coberturas transcurre en general con cierto grado de confusión.
En el segundo caso, no me interrumpo, dejo que el proceso se complete y se agote; sabiendo que al final podré salir de él.
Salir de la confusión es, muchas veces, paradójicamente, la consecuencia de dejarme estar en ella.
La certeza es, en general, consecuencia de haber dudado y, desde este punto de vista un no sé es la expresión de la apertura y el más positivo de los caminos hacia la realidad.
Interrumpir es condenarme a mantener dentro de mi mismo una situación inconclusa, que dejará paso a nuevas interrupciones.”

Por eso prefiero estar solo y que las cosas sigan su curso.

Aclarar las cosas, creo yo, no es algo que se me dé muy bien. Siento que cuando intento aclarar me interrumpo, como dice Bucay. Ya sé que sufro el síndrome del neurótico LuisMarínquesabeloquetienequehacerperosiguedudandodetodocomosiemprelohahecho. Siento que me pierdo (SIENTO, ¡qué importante palabra!). Siento que, más bien, indago. Y esta situación es como las arenas movedizas: mientras más trato de salir, más me hundo. No lo sé…

Puedo armar mil universos de muy diversas posibilidades con respecto a esta situación que, en mi mundo de caramelo, puedan pasar. “Tú, sólo tú, eres causa de todo mi llanto, de mi desencanto y desesperación”. Y sin embargo, debo soltar…

Pero, “ahí está el detalle”: que no sé “soltar”. Ella, probablemente, ya o haya hecho y por eso su vida sigue “fluyendo sin mi”. Pero yo, honestamente ya no concibo ninguna otra forma posible de vivir… sin ella. Como diría Kioichi Katayama en su novela “Un grito de amor desde el centro del mundo”: “ es que no puedo imaginarme como sería casarme con otro, tener hijos, ser padre y envejecer al lado de otra persona.”

Podré aventurarme a intentar rehacer (más bien: continuar) mi vida sin ella. Después de todo 18 años viví sin ella, antes. No nací “con alguien”. Y puedo, yo sé que puedo, pero NO QUIERO. Pero eso sí, con mi corazón no juego, no puedo hacerlo, no es justo: puedo intentar tener (alguna vez, en un futuro lejano) otra relación de noviazgo, pero en lo que respecta al sexo nomás no. Eso será ya muy difícil. Que lo entienda quien lo entienda, si es que lo sabe entender.

Tal vez el paso más importante es el primero: intentarlo. Nunca digas nunca.


“[…] y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.” –Oliverio Girondo-

1 comentario:

  1. Me encantó lo que escribiste. Me topé con esta página buscando reseñas sobre el libro de Murakami, y cuando leí esta entrada fue como si lo hubiera escrito yo. Hoy y hace un tiempo me siento de la misma forma en como te describís. Saludos!

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