viernes, 25 de septiembre de 2009

La Dama en el Balcón - Elena Garro

(Entra Clara de 40 años. Triste, con un plumero en la mano. Sacude el polvo de unos muebles imaginarios.)

CLARA: (Mientras trabaja.) ¡Qué fino es el polvo! Y tiene todos los colores; es como el diamante más puro, cuyo reflejo depende del sol. El sol es como nosotros, varía de color según varía el humor. Yo no sé que haría si en esta casa no hubiera polvo. ¿Dónde encontrar rojos más tenues y dispares, o azules tan marinos o fluviales como en estos rayos iluminados por el sol, siempre girando, danzando? La danza de la mañana, de la pereza...

(Entra Julio, hombre de 40 años, en mangas de camisa.)

JULIO: Otra vez las nueve... otra vez el café con leche, y el viaje hasta la oficina...
CLARA: ¡Es maravilloso, Julio! Las calles cambian de hora en hora. Nunca son la misma calle. ¿No te has fijado? ¡A que nunca llegas a la misma oficina, por la misma calle! Yo quisiera ser tú, para trabajar en la mañana y cruzar la ciudad a la hora en que la cruzan ustedes los que hacen el mundo. Porque yo la cruzo a la hora en que la cruzan las que hacemos la comida. Pero, si quieres, te acompaño hoy en el viaje hasta la oficina.
JULIO: No digas tonterías. ¿Cómo va a ser maravilloso ir a una oficina llena de estúpidos, por unas calles también estúpidas e iguales? ¡Ah! ¡Un día me iré de viaje! Pero un viaje verdadero, lejos de esta repetición cotidiana. ¿Sabes lo que es el infierno? Es la repetición. Y todos los días repetimos el mismo gesto, la misma frase, la misma oficina, la misma sopa. Estamos en el infierno, condenados a repetirnos para siempre...
CLARA: No hables así, me afliges mucho. Me parece que soy yo la que te ha condenado a la repetición, al infierno. ¿Por qué no tratas de variar tu vida? ¿Recuerdas que pensábamos viajar hasta el fin de los siglos? Pues yo, viajo. Claro, hago viajes más modestos. Por ejemplo: cuando limpio la casa nunca estoy en ella, siempre me voy; así nunca hay nada repetido, me libro del infierno. ¿Tú nunca te has ido por la pata de una silla?
JULIO: Ya vas a empezar con tus locuras.
CLARA: No son locuras. Yo sí me voy por la pata de una silla, y luego al bosque, y camino por entre los árboles, y luego por la misma pata he llegado a casa del leñador, y de allí al vagón del ferrocarril y luego a casa del carpintero, que todavía vive como San José, y luego a la mueblería y acabo en mí misma comprando la silla y trayéndola a esta casa.
JULIO: Tu manera de viajar no me interesa. En el fondo, lo único que tratas de hacer es evadirme del infierno en que estamos. Tu vida no es sino una perpetua huida. Ahora, como ya no sabes adónde ni cómo escaparte, te escapas por las patas de las sillas.
CLARA: ¿Me escapo? ¿Crees que realmente estamos en el infierno?
JULIO: ¿Pues qué más pides? ¿El perol y las llamas? Siempre mirándonos el uno frente al otro, sin esperanzas. ¿Qué esperamos? ¿Qué esperas? Nada. La vida es un horrible engaño.
CLARA: ¡Julio! No hables, así, no blasfemes. La vida es maravillosa, pero no supimos andarla. Nos quedamos quietos como los lagos, pudriéndonos en nuestras propias agua. Cuando éramos jóvenes, pensamos que nos iríamos lejos, lejos de nosotros mismos. Yo debería haber llegado hasta ti y tú hasta mí. ¿Qué pasó, Julio?
JULIO: A mí ya no me importa lo que pasó. Me importa lo que pasa. Hay veces que quisiera desaparecer, perderme en alguien que no sea yo, aunque sea por unos momentos. Pero tengo que volver aquí, volver siempre por el mismo camino y a la misma hora...
CLARA: No regreses, Julio. Deberíamos de haber regresado juntos. Deberíamos habernos ido juntos hasta Nínive.
JULIO: ¡Nínive! Ésas eran chiquilladas. Ya no eres joven. ¡Mírate en el espejo! Resulta ridículo que una mujer a tu edad hable en esos términos.
CLARA: Para mí, tu no tienes edad. ¿Qué son unos cuantos años, comparados con los siglos infinitos que nos aguardan y que nos preceden? Tal vez las caras también, según hayas reído...
JULIO: O llorado...
CLARA: O llorado. Cuando yo te conocí, Julio, ¿no habías llorado nunca, verdad? Te dejé solo... sí.
JULIO: Ahora quisiera que me dejaras solo de verdad.
CLARA: Nadie se salva solo. Uno se salva en el otro.
JULIO: Yo sí. Yo soy capaz de salvarme solo.
CLARA: ¡Julio!
JULIO: El amor no existe. Tampoco existe Nínive. Existe sólo un mundo que trabaja, que va, que viene, que gana dinero, que usa reloj, que cuenta los minutos y los centavos y que muere solo y acaba podrido en un agujero, con una piedra encima que lleva el nombre de desdicha. Lo demás, lo demás son tonterías...
CLARA: Ese mundo malvado es aparente. Detrás está el otro mundo maravilloso. Y detrás del tiempo de los relojes está el otro tiempo infinito de la dicha. Tú no quieres verlo, no quieres ver a Nínive, ni la memoria, ni los siglos. Me dejas sola en mitad del tiempo, sin nada a qué asirme; y yo pensé que contigo era para siempre, que juntos nos iríamos algún día a ser uno, a olvidarme de mí misma...
JULIO: ¡Basta!
CLARA: ¡Basta! No me queda sino yo misma. Me voy de ti para siempre.

2 comentarios:

  1. Ammm esa es la obra que presentaron el la escuela verdad!!! jajaja aun recuerdo lo de ninive!!!1 jajajaja

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  2. Hay que genial
    Asi si te firmo jajaja
    pero hubieras puesto lo del maestro
    o lo final que esta genial jojo
    Pd consigueme la de los perros va?
    jojo cuidate
    bye

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